20 de octubre de 2020

Te dije:
esta soy yo
en mi versión de domingo.
Miraste de reojo
mis pantalones anchos,
mi pelo desprolijo,
mis facciones sin maquillaje.
Me sentí
una calle vacía
en plena madrugada;
desnuda y muerta de frío.
Me volví a verte
y te reté desde mi ceño fruncido.
Busqué mi mejor abrigo de lana
(aún el pelo desprolijo,
todavía la cara despintada)
y salí a abrazar el invierno
que tus gestos habían desatado. 


31 de julio de 2020

Hay algo del orden 
de lo estático
de lo inmóvil
de lo incierto
que nos perturba
nos aturde,
desestructura 
nuestras zonas más primitivas.
El tiempo se ha detenido
el espacio nos cerca.
El cuerpo es una jaula
¿quiénes somos?
¿qué anhelamos?
Habitamos en burbujas del no-tiempo,
el lenguaje es un límite
sus bordes, la conciencia. 
Rutinas vacías,
tiempo muerto,
en espera.
Hastiados de nada,
ciegos 
frente a un planeta
que nos expele
por nuestro propio mérito. 

19 de mayo de 2020

Me gustabas
porque usabas palabras como
bragas,
jersey,
sostén
y olías a adrenalina.

Porque no tenías dobleces,
no se le veían costuras a tus modales
y las palabras se te escapaban a borbotones
cuando corrías atrás de alguna idea fantástica.

Porque andabas siempre
jugando a algún juego
y me arrastrabas a ese terreno lúdico
que yo había olvidado casi por completo.
 
Porque usabas la palabra magia
con la misma naturalidad
con la que se dicen
las palabras cotidianas. 

Por eso.
Y porque hacías que la palabra coger
no me escandalizara.

9 de abril de 2020

Jugábamos a cambiar el mundo
y el mundo acabó jugándonos a nosotros.
La certeza de la muerte
estaba en un futuro inalcanzable
y la vida
-como un hechizo inescrutable-
duraría para siempre.
Pero el espejo
se hizo trizas
y la razón nos encontró
haciendo malabares
con nuestras certidumbres más oscuras.
Nos apuramos
a sacar las penumbras al sol
para que el aire fresco las filtrara.
Y le vimos la luz a las heridas,
saboreamos el lado dulzón de la amargura,
encontramos paz en el desconsuelo.
Y aliviados, escupimos la saliva
que nos deglutía el cuerpo.
La vida dejó de vivirnos
y nos devolvió todas las cartas.
No las vimos, ya era tarde.
El mundo entero se dio vuelta
sólo para darnos la espalda.
Y ya no hubo manera de salvarnos.

21 de marzo de 2020

No se planean

No se planean.
Las cosas simplemente suceden.
Conocerte un poco más.
Reencontrarte con ese otro
del que te habías estado perdiendo.
Un sacudón te devuelve la perspectiva.
Y ahí estás,
preguntándotelo todo una vez más.
Nada se planea.
Todo estuvo siempre decidido.
En un futuro no muy lejano
esto ya sucedió.
Sí, los adioses también.

18 de marzo de 2020

Hoy me deshice
de la última fotografía tuya
que me quedaba.
Pero no fue un acto
de belicosidad,
de bronca,
de enojo,
de ira,
de rabia,
de cólera.
Fue más bien
un gesto de ternura,
de amor,
de cariño.
Tal vez el último acto
de condescendencia
que me atreví a tener
en tu nombre.
Como quien acaricia
la cabeza de un niño
al que acaba de quitarle
su juguete más preciado
y le dice:
“ya pasará, cariño,
ya pasará”.

2 de marzo de 2020

Te extraño condenadamente.
No tengo dónde poner
las cosas que ya no podré contarte.
Ni los chistes malos
de los que nos reíamos
como niños,
ni las canciones viejas
que pasan por la radio,
ni las tonterías
que se empeñan en decirme a la cara. 
A quién le doy los buenos días,
las buenas noches,
las buenas nuevas,
las tantas ganas.
A quién,
si aquí no ha quedado nadie.

14 de febrero de 2020


No fue tu culpa
que tus astillas
se clavaran en mi piel.
Porque
aunque no lo supieras,
vos también estabas roto.

5 de febrero de 2020

Andá a saber
cuáles eran tus heridas.
Allá las tuyas,
acá las mías.
Es cierto:
no fui capaz de interpretar
tu mirada.
Ahora lo sé.
Había que mirar tan profundo,
acercarse tanto a ese abismo
que es uno mismo,
que sólo atiné a quedarme
parada en la cornisa.
No tuve fuerzas para dejarme caer.
La razón fue simple
(no me juzgues):
esa noche no había llevado
paracaídas.

29 de enero de 2020

Dijiste vértigo y adrenalina
y sin pensarlo dos veces
entré de lleno en el juego.
No pregunté
de qué iban las reglas,
ni me detuve
cuando comprendí
que no había ninguna.
Cómo no imaginar
el acantilado,
el salto al vacío,
la caída libre,
mi cuerpo hecho añicos
en ese infierno de rocas y aves de rapiña.
Cómo no imaginar semejante final.
Ya no sé
cómo jugar este maldito juego.
Se me ha ido de las manos.
No puedo jugarlo así,
como vos querés.
Con tus tiempos,
con tus ritmos,
a medias tintas.
Pero la culpa
es enteramente mía:
No supe cómo copiar
tu cadencia, tu compás.
Cómo balancear los abrazos,
dosificar los besos,
frenar las palabras
que se me salían del cuerpo
cada vez que me mirabas.
No supe cómo jugar un juego
al que vos ya le habías puesto final.

23 de enero de 2020

Me voy a olvidarte,
armo las maletas
con los restos rescatados
del vendaval que dejaste:
la malla
             para los días de sol,
las gafas negras
             para los días de llanto.

Me voy a olvidarte,
pero llego a destino
y te encuentro
en todos los lugares
en los que jamás estuviste.

Alguien pasa a mi lado
y deja un (tu) aroma en el aire;
lo aspiro como un adicto
en eterna recuperación.

Paso páginas enteras
de libros que no entiendo.
Y la gente se empecina
en hablarme en lenguas muertas.

La ciudad entera
se convierte en un campo minado
a punto de estallar.

Me voy a olvidarte,
como si distancia y olvido
tuviesen algún grado
absurdo de parentesco
y el olvido estuviese exactamente aquí,
en estos miles de kilómetros
que puse entre los dos como distancia.

Pero llego a destino y comprendo
que de todos los viajes
que podría haber hecho
para poder olvidarte
éste ha sido
el más inútil.

Porque apenas al llegar-
como si fueras
una gran mancha voraz
que se desparrama
sobre la acera mojada-
ya lo has conquistado todo.

14 de enero de 2020

Todos mis pronósticos
fallaron con vos.
Siempre.
Cada vez que jugaba a adivinarte
aparecías por el vértice opuesto.
Debí, al menos, haberte previsto.
Haber prevenido la hecatombe,
el desastre que dejarías a tu paso.
Pero mis instrumentos de precisión
dormían en un baúl del ático
y nunca funcionaban en casos extremos.
No te vi venir.
Eras el combo completo,
una mezcla maldita y perfecta
de amor
            tristeza
                      alegría
                               desazón
                                          felicidad
                                                      dolor.
Una amalgama prolija y cerrada al vacío
en cuya cubierta sólo se leía:
tire para abrir.

Mi foto
Córdoba, Córdoba, Argentina
Guillermina Delupi© nació en San Luis en 1975. Actualmente vive en Córdoba. En 2011 participó del Primer Certamen de Ensayos "Las Nuestras. Mujeres que hicieron historia en Córdoba" y su ensayo fue publicado en un libro que reunió los relatos ganadores. En diciembre de ese año La Central, revista cordobesa de cultura, publicó su relato: "El hacedor de pollitos de colores". El diario Los Andes (Mendoza) publicó en 2012 el cuento "Noticia de una muerte" y en diciembre de 2013 la revista Rumbos digital publicó su relato "Las mujeres de mi familia". En 2014, la editorial Dunken incluyó su poema "De una vez" en la compilación "Letras del Face 3" y seleccionó “El hacedor de pollitos de colores” para integrar el libro de cuentos “Viajá conmigo”. En junio de 2014 ganó el 3° premio en el certamen literario nacional Paco Urondo y en septiembre Marcel Maidana Ediciones editó su eBook: “Fantasmas de otros”. En junio de 2019, su primer recital de poesía recibió un beneplácito del Concejo Deliberante de Córdoba por su aporte a la cultura. Ah, su amiga Emma Gunst (emmagunst.blogspot.com.ar) publicó tres de sus poemas en el blog que reúne a mujeres poetas de todo el mundo y de todos los tiempos.