fallaron con vos.
Siempre.
Cada vez que jugaba a adivinarte
aparecías por el vértice opuesto.
Debí, al menos, haberte previsto.
Haber prevenido la hecatombe,
el desastre que dejarías a tu paso.
Pero mis instrumentos de precisión
dormían en un baúl del ático
y nunca funcionaban en casos extremos.
No te vi venir.
Eras el combo completo,
una mezcla maldita y perfecta
de amor
tristeza
alegría
desazón
felicidad
dolor.
Una amalgama prolija y cerrada al vacío
en cuya cubierta sólo se leía:
tire para abrir.
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