como si de ello dependiera
su destino.
Caminaba un rato al borde de la cornisa
y al instante siguiente se hundía
en el mullido sillón
de la habitación de un hotel de lujo.
Era cantante,
canillita,
ladrón
o ejecutivo.
Cada cinco minutos,
alguien bajaba el telón
mientras los demás reían.
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