se transforma en una fuerza centrípeta
que lo concentra todo, así, sin más.
Días en los que la salvación no llega
en ninguna de las pequeñas cotidianidades
que nos inventamos para no abdicar.
Días que me atropellan
y me pasan por encima,
que me ganan por knock out,
Días que parecen anclados
en el centro mismo de la inmensidad del mar.
Días en los que habría que coserse la boca
o cortarse las uñas al ras,
atarse el pelo bien tirante
o directamente mandarse a mudar.
Hay días en los que no sería mala idea
salir a la calle sin sombrero
a cocinarse bajo el sol de la ciudad.
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