que dejaste de adivinarme.
Cuando tus manos
-antes decididas-
se tambalearon
sobre mi cuerpo mojado.
Cuando tus ojos
-primitivamente inquisidores-
arrastraron su mirada hacia la nada.
Debí haberlo intuido,
era mía la obligación
de haber visto las señales.
Que dejaras de buscarme
había sido la declaración evidente
de tu amor en retirada.
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