dejar una discusión sin acabar.
Deberían ver cómo la acorrala,
con qué ganas la interroga,
la desnuda, la presiona,
no la deja en paz.
el ahínco con que le vacía los bolsillos.
El gran cerco hecho de brazos
del que ni Mandrake puede escapar.
Deberían ver la precisión con que la desarma,
despojándole de una en una las esquirlas.
La estruja, la exhorta,
la ultima, la vacía.
Después la acuna con un canto suave
que la deja dormida.
Y sale en puntas de pie,
satisfecha de haberla vencido.
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