Aislamos en un rincón oscuro y solitario
a ese niño que jugaba a las escondidas
y nada sabía de obligaciones o de fracasos.
Y un día todos nos hicimos grandes.
Nos acomodamos tras enormes escritorios.
Nos volvimos hombres serios y responsables
y apuramos el paso para no llegar tarde.
Y un día todos nos hicimos grandes.
Pero ese niño de risa fácil y asombro en la mirada,
todavía no ha logrado perdonarse
el habernos dejado a la deriva de este mundo tan desmesurado.
(El mundo es demasiada cosa para dejarlo en manos de los adultos).
No hay comentarios:
Publicar un comentario