para darle la razón
a los horóscopos.
Todos los pronósticos
cuajaron a la perfección con vos.
Cada descripción
era una evidencia.
Cada vaticinio,
una réplica exacta
(tu viva imagen).
Cada predicción,
un inventario de todas tus singularidades,
un mapeo inequívoco de
lo que nunca acertaba.
Y yo,
que nunca los había
tomado en serio,
que me había reído de ellos
en su propia cara,
tuve que empezar
a prestarles atención.
Nunca un signo del zodíaco
se había atrevido a tanto.
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