esa manera críptica
que tenías de comunicarte.
Ese modo
de pedir las cosas
con un lenguaje tan incomprensible
y al mismo tiempo tan exacerbado.
Esa obstinación
por plantarme tantas inseguridades.
Tendrías que haber visto
el empeño que ponías
para no nombrarme.
Como si el simple hecho
de no nombrarme
me convirtiera en algo
irreal,
ficticio,
imaginario.
O me transmutara en algo
que al menos no doliera tanto.