Otro más.
(y van...).
Que “el quiebre” sea la muerte
convalida el fracaso de una sociedad
que inhala y exhala violencia hasta por los poros.
Una sociedad con pulmones repletos de ferocidad,
una sociedad corroída desde las más altas esferas
por el miedo y la miseria que nos imponen los todopoderosos de siempre.
Nos mataron un pibe.
Otro más.
(y van...).
No.
No es "normal"
acabar con la vida de alguien.
Qué me puede importar si se llamaba
Paola, Micaela, Pablo o Emanuel.
Qué me puede importar si fue violada, estrangulada,
si pasó en una cancha,
en un baile
o acabó en una alcantarilla.
Qué me puede importar
si se trató de un femicidio,
de un “ajuste de cuentas”,
de un “caso de drogas”
o de una avalancha en un recital.
Qué me puede importar,
si la discusión se sigue centrando donde no va:
en los ámbitos donde se sucedieron los hechos,
¡como si de simples compartimentos estancos se tratase!
Qué me puede importar,
si en el fondo de lo que se trata es de comprender
-de una vez por todas y para siempre-
el sentido transversal de esta escalada de violencias
que nos recorre de una punta a la otra,
que se incrusta en los tejidos de una sociedad
que de tan descompuesta,
se ha vuelto incapaz de reconocer en el otro
a un ser humano que se mueve, que respira, que tiene una vida.
Una vida. Ni mejor ni peor: simplemente una vida.
Igual que la tuya o que la mía.
Un corazón que late,
unos problemas cotidianos,
padres, tíos, tal vez hijos o hermanos,
con suerte algún trabajo.
Nos mataron un pibe.
Otro más.
(y van...).
No me cabe en el alma tanta tristeza.
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