Es la segunda vez que la Maga insiste con el tema. La primera vez que me lo dijo me las ingenié para hacerme el distraído e irme por la tangente, como cuando siento que no estoy preparado para abordar las preguntas de la Maga. Ni mucho menos preparado para intentar siquiera empezar a responderlas. Pero anoche, ella y sus grandes ojos marrones, volvieron a la carga. "En serio -me dijo- las cosas más lindas ocurren a escondidas".
En eso estaba pensando hoy, sentado en la vereda de la casa de al lado, algo inusual pero obligado por los calores de estos días, cuando ella se paró frente a mí y me tendió la mano. No debía tener más de seis años. Me estaba dando un papel doblado en cuatro que había sacado de una canasta llena de ellos.
- ¿Para mí?-, le pregunté. Ella sacudió enérgicamente la cabeza, asintiendo. Se veía feliz.
Recibí el papel y le agradecí mientras la miraba desconcertado.
- Son historias-, me dijo el padre. La madre sonrió y su hermanita pequeña me dijo: hola.
Todo pasó en cuestión de segundos. Las niñas yéndose de la mano, de a saltitos como cuando los niños son felices. Sus padres cuidándolas desde atrás, empujando el cochecito y caminando por el barrio, repartiendo los cuatro las historias de sus hijas.
Desdoblé el papel con cuidado. Despacio. Entonces apareció el dibujo. Era una niña de vestido rosa, con las manos grandes y sin dedos; y los pies pequeños.
Pero lo que verdaderamente resaltaba eran su sonrisa de punta a punta en una cabeza redonda por demás; y unos ojos contentos que absorbían la vista como si uno se hubiera caído dentro de un enorme trompo de colores que no deja de girar. Eso lo pagaba todo. Eso y el dibujo de al lado, mostrando a quien supongo era su hermana más pequeña, sin manos ni pies pero con un pelo negro y largo que era, sin dudas, la envidia de todo el barrio.
Contemplé la obra de mi pequeña artista durante un rato. Miré para los costados y solo vi la calle vacía. Ni un mísero testigo de lo que acababa de pasar. Nadie que pudiera corroborar la historia.
"Qué lindo", fue todo lo que pude decir. Y volví a pensar en la Maga. Creo que deberé decirle que tiene razón. Que las cosas más lindas siempre pasan a escondidas. A escondidas de los ojos de todos los demás.