Dieron un portazo y dejaron a sus espaldas todos los ecos. Solo quedó la onda expansiva de aquellas cosas que acontecieron, rebotando entre las paredes del cuarto.
Chocando, reverberantes, las más atrevidas contra las más inservibles. Esquivando el sonido de los últimos jarrones hechos trizas contra algún placard. Retrocediendo un poco ante el ruido a roce que dejan en los sacos los últimos abrazos ya rotos.
Repitiendo el grito incesante de esa cosa deforme; tan vaga, tan imprecisa. Y tan final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario