Tienen poco sentido de la orientación y una capacidad casi nula por retener información innecesaria. No pueden señalar por dónde sale el sol cuando están entre cuatro paredes y se olvidan, sistemáticamente, el número del parking en el que estacionan su auto cuando salen de compras.
Todas las mujeres de mi familia están rematadamente locas. Tienen una manía extravagante por cambiar de nombres y firmar con seudónimos. Se obsesionan con dibujos (estrellas, lápices de colores, osos hormigueros) y los hacen en papeles, servilletas, paredes y pizarrones.
Cuando las mujeres de mi familia se enamoran, se vuelven inmortales e invisibles. Caminan por las calles a diez centímetros del suelo, con una sonrisa que les nace en la punta de una oreja y termina al otro lado, con mil hombrecitos sujetados por lianas, que les hacen cosquillas en la barbilla.
Cuando las mujeres de mi familia se enamoran, cantan y bailan en cualquier momento y en todo lugar, incluidas las colas de los supermercados y las salas de espera de los consultorios. Se les ilumina la piel y se ponen condenadamente lindas. Hacen bromas sin parar y pareciera que el mundo entero se detiene a mirarlas pasar.
Cuando las mujeres de mi familia se desenamoran, se oscurece el cielo y una bandada de pájaros atraviesa la ciudad buscando nuevos horizontes. La tierra se vuelve infértil y la muerte ronda, sigilosa, en cada esquina. Los días se tornan grises y la vida empieza a transcurrir en blanco y negro, como en una de esas antiguas películas que proyectaban cuando el cine aún era mudo.
Cuando las mujeres de mi familia se desenamoran, empapan las almohadas por las noches y se arrastran hasta la ducha por las mañanas. Corren las cortinas sin fuerzas y beben café hasta volver a quedarse dormidas. No suena más música por los rincones y se apagan las sonrisas de medio lado en cada espejo de la casa.
Las mujeres de mi familia tienen atributos innumerables: son bellas, inteligentes, desinteresadas, viscerales, amables, despistadas, etéreas, generosas, valientes.
Y todas -sin excepción- ponen el cuerpo y el alma cuando se enamoran. Todas, sin excepción, se mueren un poquito cuando se desenamoran.
Relato publicado el 3/12/13 en revista Rumbos Digital.
4 comentarios:
Muy bueno Guille !!!
¡Gracias María Esther! (¡Abrazo!).
me encantó, tranquilamente podria pertenecer a las mujeres de tu familia!
Tranquilamente podrías pertenecer, Mereb. Tranquilamente. ;)
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