Es que me da un escozor por la espalda... y me acuerdo de mi madre. A ella tampoco le gustaba que la tocaran, a veces.
Yo me acuerdo que -cuando era chico- no lo entendía. Cómo podía ser que a una madre no le gustase -por más que fuera sólo a veces- que un hijo la tocara. Ella se sacudía en pequeños espasmos. Movía la cabeza de un lado a otro, con movimientos cortitos y veloces, al compás de ambos brazos. No era un movimiento exagerado pero era suficiente para hacerme saber que lo que le molestaba era mi mano pequeña (y hasta sucia) en su espalda.
Entonces yo la retiraba. Más por miedo a la represalia que por la comprensión acabada del porqué le molestaría tanto.
Nunca había reparado en lo hereditario de algunos reflejos. Nunca hasta hoy, que mi hijo asienta su mano pequeña (y con seguridad sucia) en mi espalda. Y yo empiezo a sacudirme en pequeños espasmos. Y me corre un escozor por la espalda...
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