porque usabas palabras como
bragas,
jersey,
sostén
y olías a adrenalina.
Porque no tenías dobleces,
no se le veían costuras a tus modales
y las palabras se te escapaban a borbotones
cuando corrías atrás de alguna idea fantástica.
Porque andabas siempre
jugando a algún juego
y me arrastrabas a ese terreno lúdico
que yo había olvidado casi por completo.
Porque usabas la palabra magia
con la misma naturalidad
con la que se dicen
las palabras cotidianas.
Por eso.
Y porque hacías que la palabra coger
no me escandalizara.